¿Sabías que la cerveza es una bebida que está muy relacionada con las mujeres?. Hoy es el día internacional de la mujer y la niña en la ciencia. Son muchas las aportaciones que las mujeres, a lo largo de la historia, han realizado en diversos campos: matemáticas, física, biología, medicina…Nosotros hoy queremos hablar del papel de las mujeres en la ciencia de la elaboración de la cerveza.
La cerveza y la mujer, el origen.
Es bien sabido que en los inicios de la humanidad los hombres cazaban y las mujeres se ocupaban de la recolección de cereales y producción de otros alimentos. Esto dio lugar a la elaboración de bebidas caseras fermentadas. Ya en las civilizaciones sumeria y babilónica, había mujeres cerveceras que eran empresarias taberneras y vendían el precioso oro líquido. La elaboración de la cerveza la transmitieron a Egipto, existiendo una diosa de la cerveza llamada Tenenit, y donde la mujer también la elaboraba en su casa aunque la comercialización pasó más a manos de los hombres.
Tenenit no fue la única deidad femenina relacionada con la cerveza. Se puede encontrar en la mitología báltica y eslava la diosa protectora de la cerveza. De hecho, en los pueblos nórdicos, las mujeres eran exclusivamente las que se encargaban de elaborar la cerveza, llamada “Aul”, que servía para celebrar las conquistas.
El lúpulo, la gran aportación de Hildegarda de Bingen.
Durante la edad media, la elaboración de la cerveza seguía estando principalmente en manos de las mujeres. La cerveza se consideraba una parte importante de la dieta en la familia, al aportar nutrientes y ser menos peligrosa que el agua, en lo que a transmisión de enfermedades se refiere.
En esta época, comienza a ser frecuente la elaboración de la cerveza en monasterios y conventos, siendo favorecido en este último por las muchas mujeres solteras que ya tenían conocimientos. Y es aquí donde encontramos a la religiosa alemana Hildegarda de Bingen, la mujer que realizó la mayor aportación a la elaboración de la cerveza: la introducción del lúpulo. Esta religiosa, estudiosa de varias disciplinas, entre ellas medicina, descubrió en el lúpulo no solo una planta medicinal sino también un poderoso aliado para la conservación de la bebida, dotándole de su característico amargor.
En siglos posteriores, en Inglaterra, a las mujeres que elaboraban la cerveza llamada “Ale”, de producción casera, vendían el excedente que sus familias no necesitaban para ganar algo de dinero, siendo también un medio de sustento para viudas. Las “alewife” preparaban la cerveza en grandes calderos que se llenaban de espuma, colocando palos o escobas en las puertas de sus casas o de los caminos para indicar que vendían cerveza. Solían tener gatos que evitaban que las ratas y ratones se comieran el grano y cuando vendían su cerveza en el mercado, llevaban un sombrero alargado y picudo que les permitía ser vistas entre el gentío y llamar la atención de posibles clientes. ¿Os suena de algo el caldero, la escoba, el gato y el sombrero puntiagudo?. Así es, parece que hay cierta similitud entre las características de una bruja y una maestra cervecera, sobre todo en una época en la que una mujer podía ser procesada como tal.
En el siglo XVIII la mujer dejó de fabricar. Gracias a la industrialización, la producción dejó de ser doméstica para ser empresarial, lo que provocó la aparición de las compañías cerveceras.
Hoy en día y cada vez más, la mujer maestra cervecera está reapareciendo, quizás favorecido por el movimiento craft, recuperando poco a poco su lugar en el sector.
Sea como fuere, hiciera quien la hiciere, brindemos con cerveza a la salud de estas mujeres.